En la búsqueda desesperada de una genealogía histórica para el Arte Político, que aparentemente se remonta ahora al Renacimiento (tal vez más adelante podremos ir hasta más atrás), resulta interesante ver cómo en el ensayo DORIS SALCEDO Y EL SHIBBOLETH CRÍTICO POLÍTICO, ganador del Premio Nacional de Crítica, el autor basa parte de su hipótesis de que “La relación entre arte y política – en la cual yace estructurada la obra de Doris Salcedo – es un lugar común en la historia y la teoría del arte”, en un hecho falso.
Para nutrir su tesis, el autor atribuye una deuda de la Revolución Bolchevique hacia el “arte del culto (sic) proletario” – una mala traducción del término “Proletkult” (cultura proletaria) – para ilustrar una de las “tres tendencias fundamentales” de una larga y por cierto pobremente explicada concomitancia entre arte y política que, según él, se remonta al menos hasta Goya.
El autor cita una referencia que al parecer le da un ethos de autoridad a su aseveración, pero no procura más datos que una vaga bibliografía en alemán:
Idem.Véase: Held, Jutta, „Einführung: Politische Kunst – Politik der Kunst“, en: Kunst und Politik. Jahrbuch der Guernica-Gesellschaft, Göttingen 2008, p. 9-13, aquí p. 9.
Como el ensayo en su falta de rigor no nos dice en qué parte exacta del texto se refiere Jutta Held a dicha supuesta relación causal, estamos impedidos de leer lo que suponemos es el testimonio fidedigno de un prestigioso autor alemán sobre la existencia del Proletkult antes de octubre de 1917 y que es lo que le da una “sólida cimentación teórica” a la tesis del autor sobre la “más que vieja y obvia” relación de ignición del arte hacia la revolución. Éste, que pretende ser el nucleo hipertextual y propagandista del ensayo, aparentemente académico en su retórica del ethos y que quiere dar una dinámica genealógica a sus ideas sobre Arte y Política, se pierde entre la niebla y nadie reclama por ello.
El autor trata entonces de construir una Regla de Tres ( a es a b como c es a d), que por cierto se ha vuelto común en la Teoría del Arte Anti-Statu Quo, para “demostrar” (1) los mecanismos mediante los cuales su derecho a ser la voz del Statu Quo no solo es legítima, sino necesaria y vernácula (!):
c. el arte político contemporáneo d. está ayudando a gestar la “revolución” anti-capitalista (2)
No obstante, y aquí vienen las malas noticias, es del todo falso que un “arte del culto (sic) proletario” sea anterior a noviembre de 1918 y por tanto imposible que haya contribuido a gestar la Revolución bolchevique. Solo una vez instalados en el poder, los bolcheviques, ocupados en asuntos más perentorios que el arte, pudieron reunirse para abrir la primera oficina del Proletkult dentro de la Comisión para la Educación Estatal como lo cuenta I. Lebedev-Polianskii:
http://publishing.cdlib.org/ucpressebooks/view?docId=ft6m3nb4b2;brand=ucpress
Dicho de ésta manera, estamos asistiendo a una “demostración” falsa, basada en un hecho histórico inventado para “legitimar” histórica y sobre todo “éticamente” un proceso que sucede en la contemporaneidad. El autor, quien a propósito sentencia en su ensayo la inconsistencia teórica del debate que lo llevó a escribir (3) no tiene problema aparentemente en, él mismo, ser inconsistente y correr para atrás unos pasitos y sin que nadie se dé cuenta, la existencia del Proletkult bolchevique para “demostrar” – con un hecho causal inexistente y ficticio cual es la ayuda del “arte del culto proletario” en la gestación de la Revolución bolchevique – la validez “ética” y sobre todo genealógica y de prestigio histórico del Arte Político contemporáneo con el que simpatiza tan fervientemente.
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(1) La postura ética de Salcedo demuestra (sic) que es posible hacer una obra crítica cuyo tema es la discriminación racial y al mismo tiempo cooperar con una institución acusada de fomentar la discriminación racial, que es posible promulgar ideologías anticapitalistas y al mismo tiempo ser parte activa del capitalismo. http://areadeproyectos.org/premiodecritica/?p=609&cpage=1#comment-152
(2) Otra regla de tres que ha intentado hacer carrera es la “Regla de Tres Borgia” donde
c. El hecho de que el mecenas corporativo financie el Arte Político anti-capitalista hace que d. El artista político sea el nuevo Leonardo et al.
(3) En el centro de la discusión se halla el interrogante sobre la legitimidad ética de la artista y el substrato político de su obra considerando su auto proclamado “compromiso social y político”, un interrogante que, dada la trayectoria de la artista, el reconocimiento institucional de su obra, y su significancia para la historia del arte nacional – posición que le confiere un estatus de invulnerabilidad crítica –, parece sofocarse desde el comienzo en su propia autonomía deliberativa. La vehemencia de los argumentos encontrados, su frágil cimentación teórica, así como la influencia de sus partes han conducido no solo a un enturbiamiento del debate sino también a la gestación de una cierta apatía en la comunidad intelectual cuyo silencio legitima el juicio pronunciado por las instituciones.http://areadeproyectos.org/premiodecritica/?p=609&cpage=1#comment-152