Jul 12, 2009

Angulo vs. Opazo: La Pelea por la Custodia del "Otro"


Desde la aparición de la noción del “Otro”, una noción religiosa inocua e inofensiva que el capitalismo se inventó para reemplazar la amenazante noción de “clase”, – noción que amenazaba directamente su núcleo, la propiedad privada -, los artistas han luchado en sendas batallas por demostrar quien es verdaderamente su custodio, su dueño. Pero como llegado un punto en que el “Otro” se convirtió en el plato mas apetecido del banquete global del arte, ese cuerpo del “Otro” hubo de ser troceado en mil partes para que las fieras pudieran saciar al menos en parte su hambre. La batalla entre Muriel Angulo y Mario Opazo es una muestra de cuan valioso es el plato más caro en la escena del arte político contemporáneo. Y es el plato más valioso en cuanto que sus ingredientes, el artista héroe, la misericordia que habla como política… son los más apetecidos a la hora de cumplir con la obsesión del arte político: la estetización de los conflictos que amenazan constantemente a su madre el capitalismo. El artista se ha convertido en el distribuidor, en el dealer encargado por el capitalismo de dopar a esos grupos de “Otros” llamados “comunidades”, para neutralizar su capacidad de lucha en el terreno político práctico y lobotomizar su lucha.

Aqui, en Angulo vs. Opazo, Kramer vs. Kramer , tenemos un caso típico, el caso perfecto, el caso pedagógico.

“Ted Kramer (Dustin Hoffman) es un hombre que antepone su trabajo a su familia. Su esposa Joanna (Meryl Streep) no resiste más esta situación y le abandona. Ted se ve ahora ante la necesidad de ocuparse de la casa y, sobre todo, de su pequeño hijo. Después de un tiempo, cuando Ted ya se desenvuelve bien solo, Joanna regresa y reclama la custodia del niño. Sin embargo, Ted no está dispuesto a separarse de su hijo, de manera que Joanna lleva el asunto ante los tribunales, donde deberá decidirse quién de los dos obtendrá la custodia del hijo.”

Por un lado tenemos a una artista, otrora pintora, que entendió que si quería sobrevivir en el mundo de arte debía convertirse en “artista social”; un caso que vemos repetirse cada día en todas partes de manera recurrente. Por el otro, un artista que invocando un supuesto pasado heróico de persecución por una dictadura, nos muestra su certificado nobiliario de víctima que le servirá de pasaporte diplomático ante el mundo curatorial y ante otras víctimas, pero sin ninguna prueba de que ello haya sido cierto. De nuevo como en el caso Hosie estamos al borde de lo apócrifo. Como en otros casos, cada vez más frecuentes y que ya hemos visto aquí, éste artista da por sentado que gracias al tono sentimental de su discurso propositivo,- una mezcla de sociologismo, turismo de investigación, royalty de víctima, prestigio docente, y amigos/cortesanos que cubren sus cuestionados actos -, sus motivos no pueden ni deben ser examinados.

Con su fárrago de “demostraciones” de derecho a la paternidad cada uno publicita su producto…¡Quién pidió pollo!…Y la discusión se convierte en lobby. Saben que hay más de un curador leyendo Esfera Pública. Y cada uno saca su mascota, porque eso es el “Otro” para el arte contemporáneo, una mascota adoptada, -en éste caso lo “árabe” es el pedigree-, e intenta demostrarle al jurado, al curatoriado, al mundo, que su mascota es más fina, más árabe pura sangre. Y es entonces cuando el sociologismo artístico se descubre como lo que es en verdad: mercadeo al desnudo.

¿Y qué pasará con ese “Otro” después del premio? ¿De los 50 millones y la exposición en Londres? Solo será un cuerpo inerte al que se le ha extraído la poca sangre que le quedaba, porque la función del “Otro” no es solo la de decorar el desierto. Es, como en el cuadro de Rousseau, la alternativa de los leones que buscan en el desierto su última oportunidad.


Debate Relacionado >Mario Opazo: Los Expulsados Del Reino De La Imaginación

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Jul 3, 2009

El Artista “crítico” como Mr. Ripley





El arte político colombiano es un mercado de mentiras conmovedoras. Muebles de anticuario que se venden como muebles de víctimas. Ropa y zapatos de las Pulgas que se venden como atuendo de víctimas. Artistas que se inventan un pasado familiar de lucha gaitanista y desplazamiento de violencia y machete. Trabajos de campo en zonas de conflicto que solo son un rumor creado al ritmo de una clase o una fiesta curatorial pero de los cuales no existe la más mínima prueba.

El Arte político colombiano es la apoteosis de la Recolección Apócrifa y la morralla plástica y cuenta con el hecho de que el mercado anglo, como lo suele llamar la cultura tropipop, nunca va a hacer el esfuerzo de comprobar si en realidad los objetos de la violencia lobotomizada por el Cubo Blanco son testigos del dolor y el abuso o son comprados en San Victorino. El mercado anglo no lo quiere saber como el junkie de William Burroughs no quiere saber que tan mortal es la heroína: es su religión. El terror estetizado es el vicio vernáculo del folklore anglosajón desde los celtas y nadie va a lograr quitarles esa jeringa. Ellos también son exóticos solo que nos han cargado el sambenito a nosotros. En el fondo son tribales y poseen gustos tribales aunque posean aviones robotizados que se manejan solos y amarizan si se les da la regalada gana sin avisarle al piloto. Y su fetichización política del arte lo es más que nada. Por eso no quieren pruebas. El mejor amigo de la mentira colectiva es el Tabú y es por eso que el artista político y sus procederes, aún si llegasen a ser una estafa del mercado, no deben ser examinados. El mercado de la cultura sostenido por tabúes tribales premodernos es el origen de la posmodernidad.

Asi, los artistas mas mediocres pero más astutos han comprendido que si quieren colmar su arribismo faústico deben arrastrarse lo más indignamente posible frente a la demanda de la gran Albión por más misericordia hipócrita y mas fantasias de rebelión infantilizadas. Críticos como Clayton Kirking, Marguerite Feitlowitz o Manuel Toledo han diseminado la información de que los objetos del arte político colombiano pertenecieron alguna vez a víctimas. Pero no quieren pruebas. Claro, han sido inoculados con informaciones que por su gran volumen emocional, la tinta del calamar, logran que nadie se atreva, so pena de ser señalado de fascista o envidioso, a comprobar si estamos asistiendo en verdad a un sistema de mentiras o en peor de los casos a una estafa.

Lo de Hosie pudiera bien haber sido una talentosísima acción artística sobre la falsa víctima, lo político apócrifo y lo proclive que es la sociedad del arte a inyectarse regularmente con dosis de misericordia evangélica.

Beatriz Gonzalez, la más grande artista viva en Colombia y la única artista política que nunca vio en ello una forma de lucro, no podía sustraerse porque es su naturaleza. Otra persona hubiera hecho de la carta un lingote de oro en Londres. Lo de Hosie era un excelente performance hasta que nos dimos cuenta que….¡era en serio!. Aprendió, con más aplicación que los demás artistas de exportación de Colombia, cómo habla un pobre, como habla un desplazado, como habla una lavandera. Aprendió el sollozo y lo presentó como un espectáculo mediático. Aprendió como se vende.

Nuestro artista crítico colombiano ya posee el poder suplantador del talentoso Mr. Ripley de Patricia Highsmith y con la inmunidad que le da su encanto de víctima se abre las puertas del gran mundo: “No es ni detective ni policía, sino un estafador que suplanta a sus víctimas,que no se somete a la moral establecida y crea sus propios valores. Al contrario que lo habitual, no es castigado ni atrapado por la policía e inicia un gran ascenso social.”

http://en.wikipedia.org/wiki/The_Talented_Mr._Ripley_(film)