Sep 13, 2009

Receta para armar un Real Escándalo




¿Necesita mercadearse, subir los precios de sus obras y lograr más jugosos aportes corporativos e institucionales? ¿Más prestigio de “niño/niña terrible”?¿ Padece el Complejo de Eróstrato? ¿Necesita de la fama porque cuando era niño lo rechazaban por gordito como a Janis? ¿Quiere rentabilizar el odio y el rechazo de los moralistas y los estados autoritarios? No se preocupe. Ya todos sabemos que usted no es autoritario. Usted es político.

No es difícil. Nada mejor para promocionarse que un “Real Escándalo” o “Royal Scandal”. Si la farándula lo prepara, ¿Porque usted no? Ya…ya… Usted no es parte de la farándula, usted es político. Bueno Farándula del Arte Político. Si la farándula es parte de Institución de la Prensa, ¿Porqué no penetrar ninjamente la sección de farádula para inocularla con conciencia política y de paso mercadear el ruido?

Uselo sin pudor. ¿Si le digo que es un coctel prohibido lo usará? Conociéndolo estoy seguro que si.

Aquí va:

1. Se reune en un recinto institucional o jaula conductista a un grupo de entre 10 y 100 personas. ¿Dije personas? Bueno, homos erectus o como usted, mi querido misántropo, los llame.

2. Se ponen en un púlpito cinco o más personas (whatever…) con ánimo de dar una perorata reivindicativa lo más mormona posible. Se les da cuerda, dinero si hace falta, y se les motiva conductistamente a enfrentarse entre ellas. Se deben usar personas, no gallos de pelea o perros pitbull como algunos performers centoamericanos suelen hacer.

3. Se le añade un elemento “prohibido”, cocaína, o un “arma”. Una película porno si es un país islámico. Un discurso de Goebbels si es Israel, un delfín descuartizado si es Japón, etc. Ya es del performer aplicar su propio “elemento prohibido”.

4. Se toma un poco de estracto de jugo de “política” y se sazona al gusto. De éste estracto
se puede usar la cantidad que se quiera y es el que dará sabor al coctel ya que sin éste ingrediente resultaría completamente insaboro y poco creíble al paladar

5. Revuelva en la coctelera de su discurso populista y sirva al público.

Y ahora, ¡A comerse el mundo!