Apr 23, 2013

El Sentimentalismo Ilustrado y la Fetichización de la Mercancía Política de Reparación Simbólica


Celebración de la consagración de una imagen en la Iglesia de La Recolección en Guatemala. Noviembre 3. 2013


 No vamos a hacer énfasis aquí en cómo se le quiere dar un carácter “axiomático” a una serie de enunciaciones vagas a las que le falta el desarrollo argumentativo y que por lo tanto terminan siendo solo enunciaciones religiosas, mantras mecánicos de fe y gusto, hechos para ser repetidos incesantemente en un rosario sentimental sin ninguna pretensión de racionalidad. El fin de la teoría aquí, es el de la fetichización del concepto como primer paso en la cadena cuyo único fin, es el de la fetichización del objeto artístico. La ocultación fetichista de los mecanismos de reproducción ideológica se logra mediante el embrujo propio de la retórica filantrópica, llevada al terreno de la poesía y el teatro melodramáticos: “el buen arte es político”, “todo arte es marcadamente ideológico”, son enunciados tan vagos y slippery sloppish como, “la buena música es reggaetón” o “toda mujer es marcadamente hermosa”. Lo que es importante aquí es la ambigüedad requerida por el proceso de embalsamamiento del discurso político.

Esto es evidencia de, hasta qué punto, ha representado un problema para los actores antimodernos del arte contemporáneo, el haber renegado del metadiscurso político - desde Platón hasta Hobbes, desde Hobbes hasta Marx, desde Marx hasta Adorno – y haber hecho un giro hacia la narrativa de los sentimentalizadores y medievalizadores de la cultura política que decidieron abolirlo. Estos actores han sido entrenados y adoctrinados (dumbed down) en la Escuela de las Américas de la cultura, con la idea de que, antes de Foucault, Derrida y Baudrillard, era la oscuridad - cuando probablemente sucede todo lo contrario y estemos viviendo bajo el nuevo oscurantismo del Sentimentalismo Ilustrado. La vara para medir el contenido ideológico, ético y político es lo filantrópico.

Hay, sin embargo, algo igualmente interesante y es, cómo el fin del enunciado ideológico es aquí no decir, ocultar mediante el valor simbólico del concepto de “reparación”, el papel especulativo de la mercancía. El hecho de que la obra del artista político que aquí habla es primeramente - desde su nacimiento hasta su introducción en la corriente social – mercancía. La naturaleza que el capital le ha infringido a la obra del artista como valor de cambio es tabú. No se menciona. La obra es un objeto místico de reparación, como la cruz, como la hostia, como la indulgencia eclesiástica, estatal o corporativa.

El papel que cumple la narrativa artística es el de fetichizar la mercancía. El sustento de la teoría no es la búsqueda de la iluminación - aunque la mímica es impecable - sino la voluntad de plusvalía mediante la publicidad filantrópica. Parece una ironía traviesa de la historia del metadiscurso marxista para con el artista que usa mesas como objetos de duelo, que en El Capital, Marx use la mesa como ejemplo de objeto fetichizado:

 “A primera vista, una mercancía parece ser una cosa trivial, de comprensión inmediata. Su análisis demuestra que es un objeto endemoniado, rico en sutilezas metafísicas y reticencias teológicas. En cuanto valor de uso, nada de misterioso se oculta en ella, ya la consideremos desde el punto de vista de que, merced a sus propiedades, satisface necesidades humanas, o de que no adquiere esas propiedades sino en cuanto producto del trabajo humano.

Es de claridad meridiana que el hombre, mediante su actividad, altera las formas de las materias naturales de manera que le sean útiles. Se modifica la forma de la madera, por ejemplo, cuando con ella se hace una mesa. No obstante, la mesa sigue siendo madera, una cosa ordinaria, sensible. Pero no bien entra en escena como mercancía, se transmuta en cosa sensorialmente suprasensible. No sólo se mantiene tiesa apoyando sus patas en el suelo, sino que se pone de cabeza frente a todas las demás mercancías, y de su testa de palo brotan quimeras mucho más caprichosas que si, por libre determinación, se lanzara a bailar.” Marx. El Capital. Libro primero. El proceso de Producción del Capital. Sección Primera. Mercancía y Dinero. El carácter fetichista de la mercancía y su secreto. 1867.

Mientras las víctimas no cesen de ser embrujadas con el incienso intoxicante de la idea de que un objeto fetichizado para el mercado por medio de la retórica filantrópica estatal o corporativa va a ser parte de su recompensa, nunca van a tener paz. Y lo que es más grave, aceptan una obra que las invoca como capital reputacional para incrementar su valor de cambio, objeto que como si fuera poco terminara en una colección privada o un museo norteamericanos. Mientras esto suceda solo están pasando de una forma de abuso a otra. No es suficiente ser abusadas por la guerra. Aún tienen que estar dispuestas a ser abusadas mediante la estética particular que ha hecho de la guerra su alimento y su prosperidad y que ahora quiere hacer de la paz, el jardín donde su mercancía - ahora conmemorativa - su nuevo alimento y su nueva prosperidad.